jueves, 26 de junio de 2014

Intercittà


Estudiaba en Florencia con una beca. Los fines de semana hacía excursiones por la Toscana y sus ciudades. Un sábado, sin embargo, me fui a Roma con una pequeña mochila verde (ropa interior para un día, cepillo de dientes, dos libros...) porque venían unos amigos a pasar allí unos días a casa de otros. 
Cogí muy temprano un tren que enlaza dos de las ciudades más bellas del mundo: Florencia y Roma.
Había quedado con mis amigos a las once en la estación del Trastévere; yo llegué un rato antes y esperé. Esperé varias horas. Esperé. Hasta que supuse que había algún problema y llamé al número que tenía de los amigos romanos de mis amigos. Me dijeron que no habían podido salir de Madrid por problemas burocráticos y que yo podía quedarme en su casa si quería. Agradecí la oferta, pero decliné y decidí hacer sola la visita romana. Alquilé una habitación en la primera pensión que vi en el Tratévere: me gustan siempre más los barrios del "otro lado" de los ríos (Triana, Oltrarno, Trastévere, Malastrana...)

Pasar sola la tarde del sábado recorriendo Roma, sin orden y sin mapas, es vivir en la pura sorpresa de la belleza y de la historia. Comprar un etto de pizza y al volverme darme cuenta de que estoy frente al Colosseo; salir de una calleja para encontrar el Panteón (se me cayó el cucurucho de helado al suelo, casi caigo yo de rodillas ante la visión); parar en Piazza di Palazzo Chigi para hablar de política con tres perfectos desconocidos napolitanos; cenar un cannolo comprado en un puesto callejero, sentada en la escalinata de Trinitá dei Monti... Bromear con un carabiniere que me invitó a café ... 
Pasar la mañana del domingo moviéndome de forma errática y admirada por iglesias, palacios, plazas y calles; observar a la gente que camina como yo, conmoverme ante las columnas y templos caidos... Y salir corriendo para coger otro tren de vuelta a Florencia.
Hablar durante dos horas con un señor de Ferrara de la vida y de los problemas cotidianos que tenemos todos, mientras el tren iba despacio hacia el norte...

Bajé en la estación de Santa María Novella y volví a casa sintiendo el placer inmenso de mi visita en solitario.

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