martes, 12 de agosto de 2014

Compré merengues


Separarnos siempre era tener que tragarnos una dosis muy amarga de realidad. 
Al más puro estilo Mary Poppins decidí endulzar esa píldora. Compré merengues, los puse en el asiento del copiloto y salí del pueblo por donde me indicaron que era la salida más rápida a la autovía. Se hizo de noche enseguida, llovía, y fui conjurando la soledad y la tristeza comiendo nubes de merengues blancos y rosas. Me fui poniendo blanca, rosa y pegajosa; luego se pusieron así el volante y la palanca del cambio de marchas… 
Luego me estrellé en aquella curva tan cerrada que siempre temía, ya sabes la que digo. 
Por eso, amor mío, no me esperes en la siguiente cita. 

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