miércoles, 13 de agosto de 2014

Mi abuela


Mi abuela se sentaba ante la gran mesa de la cocina, de tapa de mármol, desde por la mañana. Allí pasaba la mayor parte del día. Le gustaba preparar las comidas favoritas de todos; le gustaba vernos entrar y salir de su reino de olores; le gustaba ver la cara que poníamos cuando hacía empanadillas y le gustaba que nos quedáramos un rato observando sus manejos con la masa y con el relleno y luego viéndola cortar la empanadilla con el rodillo de bordes dentados... 
Eso decía ella... Que le encantaba la cocina y tenernos cerca a mucha gente a quien dar de comer. Tenía siempre una expresión plácida en su rostro severo. Parecía sentirse bien así... 
Pero ¿le gustaba todo eso de verdad? ¿O había asumido que su vida era una cocina por donde pasaba "su" gente y que mejor llevar esa cruz con buena cara? Parecía sentirse feliz cuando llegábamos de vacaciones nietos y bisnietos y con nosotros la algarabía, el desorden y el cansancio permanente... 
¿Es posible que fuera feliz así? ojalá que sí, pero...
Para mí es difícil de entender. Me abruma tanto jaleo. Me enfado con la gente y sus modales. Me cabrea ser explotada sin consideraciones y no ser capaz de poner límites más estrictos. Me agobia no poder conectar conmigo misma y con mi vida durante el período vacacional...
Y odio la cocina y cuanto representa.

1 comentario:

  1. Excepto comer, creo yo.
    El recorte de los bordes de la masa de las empanadillas es trabajo manual, encierra algo de creación, y sobre todo, sirve para sobrevivir.
    Besos asados, MLuisa.

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