Esta tarde me propuse visualizar el miedo.
Lo encontré fácilmente en una de sus formas habituales.
Me miró... Lo miré...
Lo miré y me di cuenta de que es algo demasiado ridículo como para temerle.
Me acerqué a él. Le planté cara. Le dije que no le temía.
El miedo bajo la mirada, hizo como que buscaba algo en el suelo y se escondió tras la buganvilla blanca.
No se dio cuenta de que yo estaba aterrada y que no puedo asustar a nadie.
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