Pasan las horas y la congoja me sigue.
Cuando el dolor me olvide, cuando yo pueda y tú puedas,
tendremos que hablar, mirándonos...
Tendré que decirte que odio tu
engaño.
¿Cómo habría sido, de no ser así?
Quizá
igual, pero estoy convencida de que no.
Creo que yo habría sido mucho más
feliz, y todo más claro, más relajado, más
auténtico.
¿Tu engaño era irremediable?
¿Acaso no sabías que lo era, no lo
sentías así?
Te guardo un rencor absurdo por lo que
pudo haber sido y no fue.
Porque sé que no es tu culpa, ni mía.
Pero “no hay nostalgia mayor que añorar lo que nunca, jamás,
sucedió”.
Me duele.
Esperaré tu carta. Temo que será autista, pero esperaré.
Esperaré tu carta. Temo que será autista, pero esperaré.
Ya me acompañan esos prejuicios hacia ti, y no me
gusta.
No me gusto así.
Cuando pueda, pondré fin a esta carta
interminable y sin sentido, a este vómito de rencores y frustraciones
que me saltaron de pronto al corazón, sin esperarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario